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martes, 18 de marzo de 2014

 


Redactor: Antero Flores-Araoz 
 
Se encuentra en agenda del Congreso el debate de una #nuevaLeyUniversitaria, para lo cual su Comisión de Educación ha presentado el correspondiente dictamen que ha merecido infinidad de críticas principalmente porque la pretendida creación de la "Superintendencia Nacional de Educación Universitaria - SUNEU" afecta la autonomía universitaria. 
 
La mencionada autonomía está consagrada en el artículo 18 de la Constitución que señala que "cada universidad es autónoma en su régimen normativo, de gobierno, académico, administrativo y económico."
 
En sentencia del 15 de junio de 2010 del Tribunal Constitucional, recaída en el expediente N° 00017- 2008-PI/TC, como intérprete de la constitución ha estimado que "la autonomía universitaria es una garantía institucional, cuyo contenido constitucionalmente protegido, cubre los siguientes aspectos: -Régimen normativo: implica la potestad para la creación de normas internas destinadas a regular la universidad. 
 
-Régimen de gobierno: implica la potestad para estructurar, organizar y conducir, la universidad.
 
-Régimen académico: implica la potestad para fijar el marco del proceso de enseñanza-aprendizaje dentro de la universidad. Ello implica el señalamiento de los planes de estudios, programas de investigación, forma de ingreso y egreso de la institución, etc. 
 
- Régimen administrativo: implica la potestad para establecer los principios, técnicas y prácticas de sistema de gestión, tendientes a facilitar la consecución de los fines de la universidad. 
 
- Régimen económico: implica la potestad para administrar y disponer del patrimonio institucional, así como para fijar los criterios de generación y aplicación de los recursos financieros"
 
El dictamen parlamentario propone como hemos indicado, la creación del SUNEU, el cual no solamente podrá autorizar el funcionamiento de universidades, sino también de sus facultades, escuelas y programas. Establecerá un proceso "unificado" para el otorgamiento de grados y títulos universitarios así como de su denominación. Fiscalizará el uso de los recursos económicos financieros de las universidades públicas y la reinversión de excedentes de las universidades privadas, entre diversas otras atribuciones y funciones que evidentemente colisionan con la autonomía universitaria que anteriormente se ha descrito. 
 
Si en adición a lo indicado, se propone que el SUNEU esté integrado por nueve miembros para su Consejo Directivo, de los cuales cinco son extraños al sistema universitario y hacen mayoría, y únicamente 4 -que son minoría- provienen de las universidades públicas y privadas, es claro que por sus atribuciones y conformación atentan contra la autonomía invocada. 
 
Cierto es que en la propuesta se reconoce la autonomía universitaria, pero ése reconocimiento de poco sirve, si luego en el resto del articulado se estaría creando una Superintendencia supra universitaria pero fuera del sistema, con composición y atribuciones que rebasan, la solo enunciada pero también agraviada, autonomía de las universidades. 
 
Se ha afirmado desde la Comisión de Educación del Congreso, que la Superintendencia cuya sigla es SUNEU se crearía por mandato del Tribunal Constitucional, lo cual es una expresión por lo menos antojadiza ya que el Tribunal Constitucional no tiene la facultad de dictar normas positivas ni ordenar su dación, sino únicamente, cuando declara inconstitucional alguna norma, expulsarla del ordenamiento legal, lo que denominamos legislación negativa y esto lo desarrollaremos en otro artículo.
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